No creemos necesario detallar, pues es por muchos conocido, el terrible éxodo que vivieron casi 300.000 personas a principios de febrero de 1937 huyendo a la desesperada o en desbandada ante la llegada a la ciudad de Málaga del ejército sublevado franquista. El pánico colectivo que se vivió, comenzó cuando entre los meses de agosto y septiembre de 1936 caen las zonas republicanas de Archidona, Antequera y Ronda. Es entonces, cuando empezaron a llegar a la capital los primeros refugiados (unos 35.000), estos traían noticias aterradoras de la caída de sus pueblos, narraban los saqueos y asesinatos que llevaban a cabo las tropas sublevadas.
Mujer con sus niños en el pórtico de la Catedral de Málaga (ABC) |
Principalmente, fueron las mujeres las que emprendieron la huida sin orden ni concierto ante los sucesos que escuchaban, pues muchas temían que serían, como en todas las guerras, las que más sufrirían la represalia del enemigo. Recordemos cómo Queipo de Llano arengaba por radio a sus tropas y las animaba a violar mujeres y exterminar a toda persona que pudiera resultar de izquierdas.
Foto: Hazen Sise |
Los que huían marchaban mayoritariamente a pie y acarreaban en los más diversos bultos sus preciados bienes, muchas jóvenes cargaban de sus ajuares de novia que habían bordado con tanta ilusión. La gente iba abandonando sus posesiones según avanzaba por la única carretera sinuosa costera que existía entre las capitales de Málaga hacia Almería, donde se hallaba el Ejército Popular Republicano. Pasaron hambre, frío, agotamiento físico y psicológico bajo el continuo fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallaban a la caminante columna de refugiados sin darles tregua ni de noche ni de día. La caravana humana inerme sufrió miles de bajas. Hay muchas fuentes documentales y testimonios que así lo testifican. Este fue uno de los episodios más dramáticos de la Guerra Civil Española que se conoce como la “Desbandá” o el “Crimen de la carretera de Málaga-Almería.”
En este éxodo masivo se encontraba un gran número de mujeres de todas las edades. Las mayores fueron madres y guías, las que buscaban el sustento de la familia, el elemento integrador de la unidad familiar procurando que no se perdiera ninguno de sus miembros, protegiendo a sus hijos y a los ancianos, fueron las cuidadoras de los enfermos y heridos durante aquella angustiosa huida.
Foto: Robert Capa |
Las mujeres en este éxodo tuvieron un papel vertebral como protectoras y pilar fundamental como sostenedoras cotidianas de la supervivencia de los huidos. Organizando, alimentando, curando y animando a los más desprotegidos. Sin los miles de mujeres anónimas tenaces e incansables en aquella marcha de febrero de 1937, el número de víctimas y el grado de sufrimiento habría alcanzado límites inimaginables y el mismo logro de alcanzar la zona republicana se hubiese puesto en peligro. Cuando llegaron a Almería las mujeres se enfrentaron a las autoridades civiles de cara a conseguir unas condiciones mínimamente dignas de habitabilidad, no para ellas, sino para su familia. Muchas eran viudas o desconocían el paradero de sus esposos y familiares.
Foto: Hazen Sise |
Hacemos
nuestro este texto de Juan Francisco Colomina “las mujeres fueron víctimas y
protagonistas de las barbaridades de la guerra. Pero también fueron heroínas de
lo cotidiano, luchadoras contra la resignación y la imposición de un modelo de
mujer encorsetado. Muchas de aquellas mujeres que marcharon del horror jamás
volverían a sus casas ni a ver a hijos y esposos; lo perdieron todo. Y, aun
así, siguieron su propio camino conforme a su pensamiento, ideas y voluntades.”
Ha de mantenerse el recuerdo de estas mujeres que protagonizaron “La Desbandá” y lo dieron todo en aquel genocidio, es un acto de justicia y un reconocimiento a su valentía que no puede quedar en el olvido.
Vicky Fernández, Asociación Cultural 'Entre Cañas'
Fotos: Robert Capa
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